El proyecto OLPC (One Laptop Per Child, o sea una laptop por niño) es uno que siempre despertó mis simpatías, sobre todo porque intenta ser uno que redistribuye riqueza, haciendo llegar tecnología a gente que normalmente no la posee.
Pero no todo es maravilloso. A los debates acerca de la interfase, el software, las críticas por el sistema operativo, a los problemas de hardware de los primeros modelos de prueba enviados a áfrica, a los grupos de presión que quieren imponer otras alternativas de código cerrado y más caras, a la resistencia de algunos gobiernos a entregar información o acceso a la misma a su pueblo, a todo esto se sumó algo muchísimo más grave.
Parece ser que la gente de OLPC contactó gente muy capacitada para diseñar el hardware, contactó a buenos programadores para programar lo necesario, consiguió buenos contratistas en China para asegurar precios muy bajos, consiguió buenos auspicios políticos para pasar a traves de varias trabas legales. Pero se olvido de un detalle: no contactó a maestros de los paises donde deseaban hacer las pruebas.
Como resultado, los maestros recibieron las computadoras al mismo tiempo que sus alumnos, y comprobaron que eran muy interesantes, si, pero no tenían forma de incorporarlas al programa escolar sencillamente porque las computadoras no presentan las tareas como unidades que se pueden ver en un día, claramente clasificadas por tipo y nivel de conocimientos requeridos, por lo que son completamente imprácticas para uso escolar.
Obviamente que ahora están comenzando a realizar modificaciones en la forma en que trabajan con tareas, pero es impresionante la corta vista demostrada al no solicitar en épocas tempranas del proyecto la ayuda de quienes tienen la tarea de usarlas para facilitar la forma de aprendizaje.
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